Argentina

La influencia del maestro que vivió hace 2000 años es palpable en la sociedad de formas que no siempre tenemos en cuenta.

Un artículo del Huffington Post (versión EEUU) firmado por el pastor presbiteriano John Ortberg reflexiona sobre la “normalidad” con la que Jesús es objeto de opinión en la sociedad occidental.

No es extraño, dice Ortberg, que a los candidatos presidenciales de Estados Unidos se les pregunte repetidamente qué piensan de Jesús, que deportistas hagan mención de él en sus triunfos o derrotas, o que haya cientos de organizaciones, aún no cristianas, que utilizan su nombre de forma identificativa.

El historiador de Yale Pelikan Jeroslav escribió: “Independientemente de lo que a nadie personalmente puede pensar o creer en él, Jesús de Nazaret ha sido la figura dominante en la historia de la cultura occidental desde hace casi 20 siglos. Si fuera posible que con algún tipo de super-imán pudiéramos arrastrar hacia arriba cada trozo de historia que lleva al menos un rastro de su nombre, ¿qué nos quedaría?”.


A esta reflexión se une Ortberg, expresando que “la vida de Jesús es como un cometa con una cola muy larga”, para presentar luego seis huellas imborrables que las enseñanzas de Jesús han dejado en la historia. Estas son:

– Niños. En el mundo antiguo, los niños no tenían valor hasta adultos, se les discriminaba por género, y hasta podían ser vendidos como esclavos. El trato de Jesús hacia los niños y sus enseñanzas llevaron a la prohibición de tales prácticas, así como a la creación de orfanatos y la práctica del apadrinamiento. Un estudioso noruego llamado Bakke escribió un estudio de este impacto, titulado “Cuando los niños se convirtieron en personas: el nacimiento de la infancia en el cristianismo primitivo”.

– Educación. El amor al aprendizaje y al estudio de las Escrituras llevó a la fundación de los monasterios, que fueron la cuna de los gremios académicos. Las universidades, como Cambridge, Oxford y Harvard, se inspiraron en su fundación en la enseñanza de Jesús de amar a Dios con toda la mente. La primera legislación para financiar la educación pública en las colonias fue llamada “La ley para engañar a Satanás”, con la idea de que Dios no quiere que ningún niño sea ignorante. El mundo antiguo tendía a reservar la educación para la élite: la noción de que todos los niños llevaban la imagen de Dios ayudó a impulsar el movimiento para la alfabetización universal.

– Compasión. Jesús tenía una preocupación universal para los que sufrieron que trasciende las reglas del mundo antiguo. Su compasión por los pobres y los enfermos llevó a la creación de instituciones de cuidado de los leprosos y el comienzo de los hospitales, tal y como los conocemos hoy. El Concilio de Nicea decretó que siempre que existiese una catedral tendría que haber un lugar donde cuidar a los enfermos y a los pobres. Es por eso que aún hoy en día los hospitales tienen nombres como “Buen samaritano”, “Buen Pastor”, o “San Antonio”.

– Humildad. En el mundo antiguo, entre las virtudes destacaban el coraje y la sabiduría, pero no la humildad. Plutarco escribió un libro de autoayuda que podría romper las listas de best-sellers en nuestros días: ¿Cómo alabarte sin ofender? La vida de Jesús como siervo finalmente conduciría a la adopción de la humildad como una virtud ampliamente admirada. El historiador John Dickson escribe: “es poco probable que cualquiera de nosotros pudiera aspirar a esta virtud si no fuera por el impacto histórico de su crucifixión… Nuestra cultura sigue siendo “cruciforme” mucho después de que dejó de ser cristiana”.

– Perdón. En el mundo antiguo, la virtud significa recompensar a tus amigos y castigar a tus enemigos. Conan el bárbaro era el modelo, parafraseando a Gengis Khan en su famosa respuesta a la pregunta “¿Qué es lo mejor en la vida? Aplastar a tus enemigos, verlos desfilar frente a ti, y escuchar los lamentos de sus mujeres”.Pero la idea de Jesús es radicalmente distinta. Lo que es mejor en la vida es amar a tus enemigos, y verlos reconciliados contigo. Hannah Arendt, la primera mujer nombrada para una cátedra en Princeton, afirmó: “El descubridor del papel del perdón en el ámbito de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret”. Esto puede ser discutible, pero desde luego, Jesús le dio una difusión única.

– Reforma Humanitaria. Jesús tenía una manera de defender a los excluidos que a menudo era francamente irritante para quienes detentan el poder. Su inclusión de las mujeres condujo a una comunidad a la que las mujeres se reunieron en cantidades desproporcionadas. Los esclavos -hasta un tercio de las poblaciones antiguas– formaban parte de la comunión de la iglesia, donde su amo pasa a lavar sus pies en lugar de golpearlos. Un texto antiguo instruyó a los obispos a no interrumpir el culto para saludar a los asistentes ricos, sino para sentarse en el suelo para dar la bienvenida a los pobres. El apóstol Pablo dijo: “Ahora no hay ni Judio ni gentil, esclavo ni libre, varón y hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús”. Thomas Cahill, escribió que se trataba de la primera declaración de igualitarismo en la literatura humana.

Tal vez tan notable como cualquier otra cosa es la capacidad de Jesús para soportar las flaquezas de sus seguidores. El número de grupos que dicen ser ‘para’ Jesús son inagotables, por nombrar algunos: Judíos de Jesús, los musulmanes de Jesús, ex-masones de Jesús, atletas de Jesús, los moteros de Jesús, incluso ateos de Jesús.

Y concluye Ortberg: “Las elecciones en Estados Unidos pasarán, pero la influencia impredecible de un carpintero que nadie ha elegido perdurará y se extiende por todo el mundo”.

Fuentes: Huffington Post, Protestante Digital

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