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Sam Davis y su esposa Nancy trabajaron incansablemente como misioneros, construyendo iglesias y clínicas médicas en México antes de que ella fuese asesinada por presuntos narcotraficantes. Aunque regresar será peligroso _ quizás fatal, según Davis _ él desea continuar las labores a las que su esposa dedicó su vida.

Hablando con The Associated Press exactamente dos semanas después de que la pareja fuese atacada en su camioneta, Davis dijo el miércoles que duda que los atacantes de su esposa vayan a ser llevados ante la justicia. Pero ora por ellos.

«La extraño terriblemente, pero esas personas que la mataron tienen que ser salvadas», dijo Davis en una entrevista telefónica desde su casa en el sur de Texas. «Yo oro por ellos, que Dios tenga misericordia y les ayude a conocerle».

«Sólo Dios sabe por qué sobreviví», dijo más adelante. «Ha sido la experiencia más horrible de mi vida».

Davis piensa que los pistoleros querían la camioneta y no estaban interesados específicamente en él ni su esposa, una enfermera que ayudó en partos en las clínicas que ellos construyeron a través de su Gospel Proclaimers Missionary Association. Pero ahora, tras haber hablado públicamente del ataque, Davis sabe que es un blanco.

Dijo que un amigo le llamó el miércoles para decirle que su casa en México estaba siendo vigilada por miembros del un cártel de drogas. Un fiscal mexicano planea entrevistar a Davis el viernes.

«Yo sé que es el cártel de drogas y los Zetas y los hombres que nos dispararon, le dispararon a mi camioneta y mataron a mi esposa», dijo Davis. «Ello saben quién soy».

La pareja regresaba de una visita a una de sus iglesias cuando se topó con un control ilegal de camino el 26 de enero en una carretera al sur de la ciudad fronteriza de Reynosa. Los Davis habían sido perseguidos 15 veces antes durante sus años en México, y Sam Davis decidió no parar.

Entonces escuchó disparos de arma semiautomáticas.

La ventana trasera de la camioneta estalló en pedazos y la mujer con la que se había casado hace 38 años cayó, inmóvil.

«Sentí y oí el impacto de la bala que la alcanzó en la parte de atrás de la cabeza», dijo Davis. «Ella se desplomó instantáneamente … la sangre comenzó a brotar sobre el tablero y el asiento. Puse mi mano en su cuello y sentí que el corazón aún le latía. Pero aún me quedaban 70 millas (112 kilómetros) para la frontera».

Manejó la camioneta a 220 kilómetros (137 millas) por hora, «pero pareció una eternidad» antes de llegar a Texas. Nancy fue declarada muerta a su arribo al hospital. Tenía 59 años.

reviamente en el día, la pareja había hablado de lo que harían si fuesen secuestrados. Tras escuchar de violencia reciente _ torturas, violaciones, decapitaciones _ decidieron que «no íbamos a parar y rendirnos sin pelear. Por eso hice lo que hice», dijo Davis.

A causa del incremento de la violencia, Davis pudo convencer a su esposa de que no el acompañase en las últimas semanas en visitas a aldeas remotas para ver a sus pastores y congregaciones. Luego del último viaje, su esposa le dijo que no soportaba estar sin él. Ambos habían estado trabajando juntos en México durante casi 40 años.

«Hemos estado juntos en tiempos buenos y malos. Ella dijo ‘por favor, déjame ir, llévame contigo’ «, recordó Davis. Acceder a ese pedido, dijo, es algo que siempre lamentará.

dmitió que el ataque «fue apenas uno más de una larga cadena» de violencia relacionada con el narcotráfico en México. Si pudiera regresar en el tiempo, señaló Davis, quizás hubiera salido de México con su familia, como otros misioneros, y esperado a que se calmase la violencia para regresar. Por medio de donaciones, su Gospel Proclaimers Missionary Association patrocina unas 155 iglesias en una vasta área de México.

«Habíamos contado el costo y estábamos conscientes de que iba a tomar nuestras vidas, pero no sabía lo que iba a significar», dijo.

Davis ha hallado algún consuelo hablando con Tiffany Hartley, la mujer de Colorado cuyo esposo fue asesinado a tiros por desconocidos cuando la pareja se paseaba por un lago en la frontera Texas-México. Su cadáver no ha sido hallado.

«Saber y sentir lo que hemos pasado, el trauma de ver a tu compañero ser asesinado, el sufrimiento que causa. Esa agonía es indescriptible», dijo Davis.

Pero aún así desea continuar la misión por la que su esposa murió. La pareja tiene dos hijos adultos y siete nietos, y Davis dice que los dos hijos han decidido ayudarle.

Davis ha establecido un fondo para construir una nueva iglesia en honor de su esposa. Ha visto vidas transformadas por la fe, y quiere seguir viéndolo.

«No estoy furioso con Dios porque mi esposa haya muerto», dijo Davis. «No entiendo por qué se la llevó. Pero sé que él tiene un plan y que eso es parte de ese plan. Y por ello yo sigo dedicado y me entrego a su voluntad, aunque se me parte el corazón y estoy en pena».

Fuente: AP

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