Argentina

álvaro del Río – París
El entusiasmo popular que ayer logró despertar en París demuestra que Benedicto XVI, además de teórico y profesor, puede ser un Papa cercano. La severa imagen de la que hasta ahora gozaba en Francia quedó ayer suavizada. Las previsiones se cumplieron y el baño de multitudes se produjo. Más de 250.000 fieles acudieron a la cita con el Santo Padre en la explanada de los Inválidos, uno de los espacios al aire libre más amplios de la capital francesa. A las 6 de la mañana los mejores sitios ya estaban ocupados. A las 9, no cabía un alfiler. La atención y el silencio reinantes durante la celebración resultaban sobrecogedores, como la salva de aplausos con que la asistencia alabó el mensaje papal.
En su homilía, el Papa hizo una condena expresa de los ídolos de nuestro tiempo, a saber: el culto de las apariencias y la ambición de poder y de dinero. Males contemporáneos de los que hay que apartarse para llegar a Dios en una sociedad secularizada, materialista y en crisis de espiritualidad.
El Papa se refirió en esos términos a la lectura del día, una carta de san Pablo a los Corintios en la que se insta a «huir de los falsos ídolos» porque éstos impiden reconocer a Cristo, «único Salvador, y el único que sabe indicar al hombre el camino hacia Dios». Un llamamiento que hoy sigue estando plenamente vigente, pues «el mundo contemporáneo ¿no se ha creado sus propios ídolos?», se preguntó. Definiéndolos como  «las falsas representaciones de Dios», «un engaño» puesto que aparta al siervo de la realidad para confinarlo «al reino de las apariencias», dijo. ídolos que se manifiestan en forma de tentación como son, en nuestros días, «el dinero, el afán del mismo, de poder y de saber»  que «desvían al hombre de su verdadero fin», afirmó el Santo Padre.

La fe no contradice la razón

«La razón nunca está en contradicción real con la fe. El único Dios ha creado la razón y nos da la fe, proponiendo a nuestra libertad que la reciba como un don precioso. Lo que desencamina al hombre de esta perspectiva es el culto a los ídolos, y la razón misma puede fabricar ídolos. Pidamos a Dios, que nos ayude a purificarnos de todos nuestros ídolos para acceder a la verdad de nuestro ser, para acceder a la verdad de su ser infinito», añadió .
El Pontífice, que estuvo acompañado por 1500 sacerdotes y cerca de 90 cardenales y obispos, concluyó la prédica renovando entre los miles de jóvenes presentes –como hizo el viernes en Notre Dame– el llamamiento a nuevas vocaciones. «No tengáis miedo de dar vuestra vida a Cristo. Nada reemplazará nunca el ministerio sacerdotal en el seno de la Iglesia», exclamó. Tanta insistencia responde a la grave crisis de vocaciones en Francia, donde se ha pasado de 16.859 curas en 2004 a 15.540 actualmente.

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